lunes, 2 de mayo de 2016

ASESINATO


ASESINATO


Cuando el inspector, Diego Mendez, llegó a la escena del crimen, pensó que aquello parecía el escenario de una película de terror. La sangre salpicaba el pequeño embarcadero como si hubiese sido rociada por un aspersor y cuando uno de los oficiales comentó, casi en un susurro, que aquello parecía la matanza del cerdo de su pueblo, el inspector Mendez suspiro y pensó que su hombre tenía toda la razón, quien hubiera cometido aquel crimen se parecería más a un matarife en día de matanza que a un asesino normal. Claro, si es que se podía considerar normal a alguien que mataba a otro ser humano por diversión.

A pesar de la gran cantidad de salpicaduras de sangre, podían distinguirse las lineas que conformaban lo que debía ser un pentagrama y sobre el cual, en su centro, descansaba el cuerpo desnudo y cosido a puñaladas de la víctima.

Mendez se aproximo al cadáver cuidando donde pisaba y tratando de no contaminar la escena del crimen con su presencia, eliminando así alguna prueba relevante. La víctima era una mujer joven de veinte y pocos años, rubia, de rasgos eslavos y cuyos ojos de un intenso azul, ahora empañados por el velo de la muerte, miraban fijamente al cielo que sobre ellos, amenazante, se había cubierto de negros nubarrones.

Los chicos de la policía científica, trabajaban con rapidez recogiendo información del lugar y posibles pistas ante la posibilidad de que de un momento a otro esos nubarrones comenzaran a descargar sobre ellos y les ahorrara el trabajo.

Cuando más miraba la escena, más convencido estaba de que algo no encajaba. Algo estaba mal en todo aquel maremágnum. Algo faltaba en aquella escena, en aquella horrible orgía de sangre. Pero el qué, se le escapaba.

Una jovencísima mujer policía se le acercó y le tendió un informe preliminar mientras se cubría la boca con una mano aguantando las arcadas ante la dantesca escena que contemplaban sus ojos.

El nombre de la víctima era Svetlana Ivánovna Petrova, de veintidós años de edad y natural de Omsk, allá por el Distrito Federal de la Siberia rusa. Tenía una lista de detenciones en su haber por prostitución y escándalo publico digna de las mas grandes meretrices pese a su poca edad, lo que hizo suponer a Mendez que la pobre chica había sido víctima de alguna de las mafias rusas que actuaban en la ciudad.

Con la caída de los primeros goterones de lluvia, llegaron el coche fúnebre que trasladaría el cadáver al Anatómico Forense y el juez que ordenaría el levantamiento del mismo y el inspector dio orden a sus hombres de regresar a la comisaría para que fueran redactando los informes pertinentes sobre el caso.

Varias horas después, sentado frente a la mesa de su despacho, observaba casi sin verlas, las fotos de la asesinada que sus hombres habían tomado desde diferentes ángulos. Algo se le escapaba... No atinaba a ver qué, pero su instinto le decía que Svetlana, desde el silencio de sus vidriosos ojos azules, le estaba hablando.

Mil y una vez reviso las fotos en busca de ese algo que se le escapaba sin resultado. 

Volvió a tomar la foto donde Svetlana miraba fijamente al cielo y de repente lo vio claro. Recordó aquel cursillo sobre criminología de hacia dos veranos donde agentes de la Interpol explicaron lo que era la Optografía.

La Optografía es una pseudociencia cuyo concepto defiende la idea de que en el ojo de una persona muerta existe una “imagen congelada y perpetua” de su ultimo momento de vida. Mito, leyenda urbana o realidad... Era una posibilidad entre un millón de obtener alguna pista sobre el asesino, así que levanto el auricular del teléfono y pidió a la operadora de la centralita que le pasará con el forense, a quien ordenó el análisis con microscopio de las pupilas de la víctima.

Horas después recibió de regreso la llamada del forense quien entre risas y bromas, le revelo los resultados de dicho análisis. Al parecer, en ambas pupilas aparecía la imagen del rostro de un hombre blanco, de cabeza rapada, ojos rasgados y barba recortada que le marcaba la línea de las mandíbulas.

Sin duda se trataba de Sergei Vólkova, uno de los sospechosos de dirigir la más importante rama de la mafia rusa que operaba en la ciudad. Ante esta evidencia, el Inspector Diego Mendez, detuvo al susodicho tipo y tras apretarle las tuercas, este terminó confesando su autoría en el crimen de la joven Svetlana.


*Aclaración: La optografía es como digo en el relato, una pseudociencia que defiende la teoría de que en el ojo de una persona fallecida por muerte violenta, bien sea asesinato o accidente, se queda grabado como si se tratase de una fotografía, lo último que ve en su vida antes de fallecer. Esta teoría que surgió como pseudociencia en el siglo XIX y cuya eficacia, pese a distintos experimentos realizados, es algo que esta descartado hoy en día como algo eficaz y solo es utilizado como leyenda urbana y en escritos de ciencia ficción.


Carmen
(2 de mayo del 2016)


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"Omnia mea mecum porto"
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